MAS HISTORIAS

jueves, 6 de septiembre de 2007

Se me antoja De vulva y flores

textoalternativo

Por Marivell Contreras
A veces, a una le cuentan cosas que ni quisiera creerlas ni se atreve. La vida está llena de esas cosas que la literatura recoge un día y un lector aventajado en su ingenuidad pensará "qué tipo más ingenioso".
Quien me contó lo que ahora intento contarles fue mi madre. Y aunque estremecedor, no lo leí después en ningún periódico. Ni destacado, ni en pequeñas letras.
Sucede que un hombre que mató a su mujer en uno de los municipios de los cinco que componen la provincia Esmeralda, Monte Plata, terminó preso, no en su lugar de origen, sino en la "bendita" cárcel modelo" de nuestro pueblo.
Sucede que en esa cárcel, donde cada semana cientos de madres compungidas –y muchas ya resignadas- van a ver el fracaso de su amor y su educación en la cara de su hijo o su hija tras las rejas, también se manifiestan otro tipo de emociones y relaciones.

Siempre me he extrañado con la cantidad de jovencitas, coquetamente vestidas que acuden los días de visita a las cárceles. A veces son hermanas, primas, amigas y novias de los presidiarios, pero a veces no son otra cosa que mujeres que buscan ser algo más de alguien que paga la pena por el "error cometido".

Reconocemos que habiendo tantos tipos de delitos, no se pueden juzgar a todos los presidiarios con la misma vara.

Aclaramos esto, porque tampoco todas las mujeres son iguales, ni todas las familias logran sobrevivir sin romperse al peso de los años preso, a la falta de protección, de pan y de amor, de la pareja ausente.

Criar los hijos. Soportar el constante cuestionamiento de los demás. Trabajar para los que están afuera y sacarle algo al que espera tras las rejas. No sé, pero como que es un drama muy enmarañado. La realidad es que quiero referirme a un caso específico, que nos llamó la atención y que nos estremeció.

Fue el de ese hombre que mató salvajemente a su mujer, pero en un acto de absoluta ¿delicadeza?, ¿perturbación?, ¿arte? Cortó la parte más íntima de su compañera, se la entró en un bolsillo y en su lugar, una colorida y resplandeciente flor le ponía particularidad al crimen.

Pasaron los días, los meses y los años –no tantos por supuesto-, hasta que ese hombre salió nuevamente libre, pero no tanto. Salió acompañado. Encontró una de esas almas solitarias que se pintan los labios de rojo y se quitan los rolos para ir a visitar a ese otro ser –al que quizás siente como una víctima- y se involucra emocionalmente con él.

Todos se extrañaban de que el hombre "como de eso" como le decían, se hubiera levantado una mujer mientras pagaba por la muerte de su esposa. Pero así fue.

Salió y se mudó donde ella vivía. Compartió durante meses el pan y la cama, y el parque y el campo con ella. Se veían verdaderamente felices y él había empezado a echar sus diítas para ayudarla en el sustento de su familia.

Creyéndola dueña de su vida y de la dicha absoluta, un buen día los vecinos, los amigos y sus familiares dejaron de preocuparse de ella y de su amor…

Bastaron esos días de desatención para que la oscuridad volviera a ceñirse sobre él, para que el destino y la maldad saliera por sus fueros.

El amante marido, también mató a su nueva mujer. Otro crimen sin explicación y con otro poema bellamente escrito donde una vez estuvo su vulva, ahora arrancada de raíz: una flor de cristo, una cayena roja y esplendorosa confirmaba en que a veces, la muerte, puede llamar hasta dos veces…
WWW.VICTORSUAREZ.COM.DO

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anuncios

 

El Diario de Santo Domingo | Santo Domingo, Distrito Nacional, República Dominicana | 2010